Ángel de la Guarda

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Ando dando vueltas en la cama, me acosté pronto pero el calor no me deja descansar. Suena mi teléfono , eres tu. Quieres que vaya a tu casa.

Me llamas, sabiendo que no soy el mejor de los hombres ni el peor de los lobos. Me buscas sabiendo que no se recitar, ni regalar y que no soy el mejor de los amantes. Guardas mi teléfono para estas noches, para los desconsuelos y yo guardo en el armario, entre bolas de alcanfor, algunas caricias que me hicieron famoso en tus recuerdos.

Me visto, cojo las llaves del coche y un puñado de caricias armadas, almadas. No hay nadie en las calles, y el ruido de mi coche resuena en las paredes como la sirena de una ambulancia en busca de una enferma. La más crítica que existe, de una herida mortal al corazón... sin orificio de entrada ni salida. Conduzco pausado, mientras voy creando en mi cabeza la receta para la cura a tu enfermedad. Me acerco a tu casa y se que no tengo la cura pero si un bálsamo.

Me abres la puerta en camisón con los ojos rojos de haber llorado. Escucho tu historia, no te interrumpo solo asiento. No te doy la razón solo te doy con la verdad en la cara. Aguanto tus llantos y mi nudo en la garganta (no me acostumbraré a verte llorar), te abrazo el alma y con mis brazos el cuerpo... tu llanto se para. Digo una de mis estupideces que tanto te hacen reír y me regalas una mueca, como diciéndome: " Qué pavo eres " . Guardas la sonrisa que te he provocado por si un día no estoy al otro lado si me vuelves a llamar. Sabes que yo también merezco que cuiden de mis sueños.

Me quito las vaqueros y la camiseta. Tu te desprendes del camisón. Te abrazo por detrás y empiezo a tararear una canción sin letra hasta que, hecha un ovillo en mi regazo, el sueño te atrapa.

Media hora después me levanto, paso una sábana por tu cuerpo que tu recibes como una caricia. Hace frío. Me siento en el sofá que pusiste a los pies de la cama, solo para que yo te viera dormir. Y te miro, sonrió para mis adentros, y pienso que estarás soñando con él y vuestro reencuentro y vuelvo a sonreír. Me siento feliz de verte soñar.

Al poco abres los ojos y me ves allí sentado, mueves la boca sin hacer ningún ruido y dices: "Mi ángel de la guarda". Yo me giro como buscásdome las alas, (los lobos no necesitamos alas), te sonrío y de la misma silenciosa manera te contesto "duerme". Cierras los ojos y me quedo velando tus sueños para que mañana el pueda hacértelos realidad. Hace tiempo que dejé de sentirme atormentado, ahora solo estoy agradecido.











Tu duermes en paz porque sabes que al despertar seguiré allí, después de haber envuelto tus sueños con jirones de mi alma.