8 de marzo de 2009

la sala de espera

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Sigo aquí, no se hacerlo de otra manera a pesar de que esta sala de espera a veces me saque la sangre de las venas.

A veces no hace falta llegar demasiado lejos para encontrar ojos que no debes olvidar y sin embargo el semblante se tuerce, los guiños se nublan como calles madrugando, golpeadas por pisadas de esos locos con prisas. Los niños dejan de llorar porque el cielo se ha quebrado y sus ojos se han secado.

Las manos torpes y los abrazos a medias son vestidos para los que pretenden llevar el alma desnuda y la cabeza gacha. Los dedos torcidos como raíces secas que buscan donde agarrarse para seguir viviendo son insuficientes para los que dan bocanadas y estiran su cuerpo intentando ignorar que esa inspiración tan vez sea la última.



Para los muertos es tarde y para algunos vivos es complicado matricularse en vivir cuando el precio para aprender es contar cicatrices y... ¿que hace uno cuando la vida nace ya torcida?
El alma no duele, no te engañes. Y ni el mismo Thanatos cambiaría un saco de monedas de oro acuñadas por al imposibilidad de conseguir algo más por una señal. A veces solo necesitamos eso, una señal, un beso de judas o una bofetada en la segunda mejilla.

El corazón prisionero como perro callejero, libre de seguir pero sin tener donde, se muda con facilidad si hay hueco donde dormir. Es mas fácil volver que llegar y mas fácil quedarse que seguir y a veces... es más fácil vivir que morir.

Que vaya por delante mis disculpas por no estar y también por no darme tiempo. Me estoy quitando el mono con poemas en servilletas de papel cuando paro a tomarme un café o escribiendo mis incendios verbales al calor de la factura del gas. Si no lo has entendido, levanta la vista de la pantalla e intenta respirar... que esta sala de espera no está tan mal cuando ya sabemos cual es el final.