La montura.

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Terminada la partida de Poker, con los bolsillos vacíos y las ganas saciadas se encaminó hacia la salida por el estrecho pasillo decorado con papel grisáceo y posters de mujeres desnudas.

La madrugada no era fría pero la lluvia traía una sensación otoñal que agradaba tras la caída del caluroso sol. Kerk se abrochó un par de botones de la rebeca, metió las manos en los bolsillos y enfiló la calle Shuman en dirección a la plaza Steirfeir donde, seguramente, el bar ya estaría abierto y podría disfrutar de un café solo.

- McCallister!!, Kerk McCallister, ¿donde vas con tanta prisa?

Leslie, que salía también del local, le llamaba levantando una mano y sujetándose la falta plisada con la otra para evitar caerse con los zapatos rojos de aguja.
Leslie Creek era la joven señora del farmaceútico del pueblo. Se había apuntado a las partidas de Poker como venganza por los días que pasaba sola cuando Frank Creek salía de caza.

-Leslie, hola. ¿un café?
- Por supuesto - dijo mientras pasaba su mano por debajo del brazo de Kerk, presta a pasear por las calles con más estabilidad y mejor compañía.

-No ha ido muy bien la partida - dijo ella.
-Sigo creyendo que Jack Furtner y su esposa hacen trampas.
-No lo creo Kerk. Además tampoco es que saquen mucho beneficio de ello - dijo riéndose.

Aunque las sumas de dinero eran elevadas, ninguno de los que jugaban tenían problemas económicos y el ganador del año tenía que invitar al resto a una cena en su casa, con manjares y el mejor vino.

-Vamos a Steirfeir ¿no?.
-Si, claro. - dijo él en tono molesto por la obviedad. - sirven el mejor café de aquí a la costa.
-Seguramente, porque siempre te veo sentado tras la cristalera saboreando uno..., por cierto, ¿que tal tu mujer y las niñas?.
-Bien, gracias. Y ¿el matasanos de tu marido?.
-En casa durmiendo, llegó ayer por la tarde de Riversfield de caza.


Llegaron a Steirfeir, se sentaron en una pequeña mesa con mediocre apariencia del siglo XII, y pidieron. Él un café solo y ella un te.

-Veo que te gustan las bebidas calientes -dijo Leslie, mientras exprimía medio limón sobre el te templado por un cubito de hielo.
-Todo me gusta caliente, ardiendo. - dijo Kerk soplando su bebida.
-Te puedes quemar la lengua. - asomó la punta de su lengua entre sus labios finos.
-Creo que correré el riesgo. Y guarda eso, si no lo vas a usar.
-Siempre igual- dijo ella riéndose por haber provocado la broma.
-Y siempre te hace reír - dijo Kerk buscando la mirada cómplice de Leslie.
-Eres muy gracioso, tu mujer se tiene que entretener mucho contigo - dijo ella marcando cada palabra sexualmente - ¿Haces reír a tu mujer?
-Si, cuando me desnudo.

El resto del bar se giró al oír las carcajadas de la pareja. Al comprobar que eran Kerk y Leeslie volvieron a sus bebidas. Estaban acostumbrados a verlos allí alguna madrugada que otra, tras la partida de Poker.

-Leslie, dile a Frank que cuando quiera puede volver a venir a montar a mi yegua blanca que tanto le gusta.
-Claro, le encanta montar.
-Nos encanta montar -corrigió Kerk.
-Depende de la montura ¿no?. ¿Tu siempre montas la misma yegua?
-Si claro, aunque a veces a uno le apetecería variar, al final te acostumbras al ritmo de tu caballo.
-Variar de vez en cuando estaría bien -dijo Leslie acabándose el te.
-Sería divertido, pero ya no podría ver a mi yegua con los mismos ojos. La acabaría echando de menos y ella a mi.
-Hay que ser fiel.
-Cierto - dijo Kerk después de sorber con cuidado su café - las monturas no se pueden cambiar así como así.
-Cuesta mucho encontrar un buen caballo como para luego dejarlo por otro, solo por probar.
- ¿Estamos hablando de caballos? - dijo Kerk divertido y provocando la risa de Leslie.
-Acompáñame a casa Kerk McCallister.
-Por supuesto - dijo levantándose y haciendo una reverencia exagerada - Frank estará levantado y podré decirle lo de la yegua.
-Si, pero lo de la montura no.

Ambos salieron riendo del bar y se alejaron de Steirfeir.